Conocimientos básicos y avanzados sobre el autismo - Módulo 1
5. CONDICIONES CONCURRENTES O COMORBILIDAD
El autismo puede presentarse junto con otros trastornos, en cuyo caso se habla de comorbilidad. Se estima que más del 60% de las personas con autismo tienen al menos una condición psiquiátrica asociada, y muchas personas con autismo también tienen problemas de salud física (Rosen et al., 2021). La aparición de comorbilidades se asocia con un peor resultado y pronóstico, mayores necesidades de apoyo médico, menor nivel de bienestar social y, en algunos casos, con una mayor tasa de mortalidad. Los cambios de comportamiento, e incluso algunas formas de comportamiento agresivo y autoagresivo, pueden indicar ciertas condiciones comórbidas. Las afecciones médicas más frecuentes son los problemas gastrointestinales, las convulsiones y los problemas de sueño, y todas ellas pueden empeorar significativamente los síntomas conductuales. Estas condiciones a menudo no se reconocen porque los cambios de comportamiento se atribuyen al propio autismo o a la influencia de algunos factores ambientales, especialmente sensoriales (Casanova et al., 2020). Estos autores consideran que se debe sospechar la posibilidad de una comorbilidad oculta si:
El análisis funcional de la conducta no puede determinar la razón exacta de la aparición de la autolesión, la heteroagresión y otras formas de conducta desadaptativa;
la persona con autismo retrocede en relación con el nivel de funcionamiento anterior (especialmente después del tercer año de vida);
una persona con autismo no responde bien al tratamiento y al apoyo proporcionado;
existen antecedentes de complicaciones perinatales, visitas frecuentes a urgencias, toma de diversos medicamentos, incluidos los que no están disponibles con receta.
En caso de sospecha de una condición comórbida, es necesario realizar primero una revisión holística (una lista de preguntas ordenadas por el sistema de órganos, diseño para descubrir la disfunción y la enfermedad dentro de esa área), y luego, si es necesario, derivar a la persona con autismo a un especialista de un perfil particular.
El autismo puede presentarse en combinación con otros trastornos del neurodesarrollo, como la discapacidad intelectual, el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), el trastorno del desarrollo de la coordinación, etc. El TEA puede ir acompañado de cualquier nivel de funcionamiento intelectual, aunque en las últimas décadas se está diagnosticando mejor a las personas con autismo de alto funcionamiento, que a menudo pasaban desapercibidas en el pasado. Las personas con discapacidad intelectual pueden tener sólo algunos rasgos de autismo, y el diagnóstico se realiza si se cumplen todos los criterios diagnósticos y si los déficits en el ámbito de la comunicación social son significativamente superiores al nivel que cabría esperar en relación con el grado de funcionamiento cognitivo (APA, 2013). El autismo y el TDAH son trastornos neurobiológicos con déficits neuropsicológicos subyacentes similares. Hasta la publicación del DSM-5 (APA, 2013), estos dos trastornos eran mutuamente excluyentes. Sin embargo, la experiencia cotidiana y numerosos trabajos de investigación han indicado un gran solapamiento de la sintomatología, así como la posibilidad de coexistencia de estos dos trastornos. La prevalencia del TDAH en personas con autismo varía en un amplio rango que va desde el 17% hasta el 78%, dependiendo de la muestra de investigación y de la metodología de investigación aplicada. Una síntesis cuantitativa de 18 estudios de investigación encontró que la prevalencia de TDAH y adultos con autismo era del 25,7% (Lugo-Marín et al., 2019). Las personas con autismo y TDAH comórbidos suelen presentar síntomas más graves, especialmente en el ámbito social, así como una mayor tendencia a las actividades repetitivas (Rosen et al., 2021). En el contexto escolar, es importante prestar atención al hecho de que los niños con autismo y TDAH tienen un alto riesgo de acoso. Aunque se sabe desde hace tiempo que los niños con autismo tienen un desarrollo motor atípico, hay un número relativamente pequeño de estudios que abordan el diagnóstico del trastorno del desarrollo de la coordinación comórbido en personas con autismo. En un estudio reciente, se descubrió que más del 90% de los encuestados con TEA cumplían los criterios de trastorno del desarrollo de la coordinación comórbido (Miller et al., 2021).
Como ya se ha mencionado, el autismo puede estar asociado a varios síndromes. La combinación de autismo, síndrome y discapacidad intelectual altera el fenotipo conductual, lo que afecta significativamente a la precisión del diagnóstico. Aunque la mayoría de las personas con el síndrome de X frágil cumplen los criterios del DSM-5 para el autismo en el área de las formas estereotipadas de actividad, algo menos del 30% de los hombres y sólo el 13% de las mujeres con X frágil cumplen los mismos criterios en el área de la comunicación social. La situación es bastante opuesta en el síndrome de Phelan-McDermid, donde la mayoría de los encuestados tienen déficits más significativos en el área de la comunicación social que en el área del comportamiento estereotipado (Oberman, & Kaufmann, 2020). La prevalencia del autismo en muestras de niños con síndrome de Down oscila entre el 16% y hasta el 42%. Los niños con esta forma de síndrome autista tienen, por regla general, menos dificultades en el ámbito de la comunicación social que los niños con autismo idiopático (Godfrey et al., 2019). La detección de un trastorno genético asociado es importante por varias razones: una mejor comprensión de las manifestaciones conductuales atípicas y la adaptación de los servicios de apoyo; el reconocimiento de las enfermedades y afecciones características de determinados síndromes y su tratamiento; el asesoramiento genético familiar.
Aunque la epilepsia, como enfermedad neurológica comórbida más común, puede asociarse a veces con una condición sindrómica, en muchos casos la etiología de la epilepsia en personas con autismo no está del todo clara. La epilepsia es especialmente frecuente en personas con autismo y discapacidad intelectual. Los estudios demuestran que algunas otras condiciones neurológicas son más comunes en las personas con autismo que en los sujetos neurotípicos: macrocefalia, parálisis cerebral, migraña / cefalea, etc. (para la revisión ver Pan et al., 2020). El trastorno neurológico asociado puede tener un impacto significativo en el curso posterior del desarrollo, tanto directamente como a través de los efectos adversos de los medicamentos utilizados. Por lo tanto, "las revisiones neurológicas están indicadas en el autismo para garantizar una atención y apoyo adecuados a la salud física" (Pan et al., 2020).
Además de las neurológicas, las personas con autismo pueden tener varias afecciones psíquicas Se calcula que alrededor del 70% de las personas con autismo tienen una afección psíquica comórbida. Además del TDAH ya descrito, las condiciones comórbidas más comunes son la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo. La depresión puede estar relacionada con el acoso continuo y los cambios ambientales. La investigación sobre muestras de niños y adolescentes con autismo muestra que la condición psíquica adicional tiene un impacto negativo en el funcionamiento adaptativo, la nutrición y el sueño, además de poder aumentar el aislamiento social, la ansiedad, la irritabilidad, la agresividad y las autolesiones. Los servicios escolares de apoyo deben ser la principal fuente de apoyo para los niños con autismo y condiciones psíquicas comórbidas, al tiempo que se garantiza la cooperación con la familia y los servicios de salud mental.
Con la excepción del TDAH, los trastornos mentales más comunes en los adultos con autismo son los trastornos del estado de ánimo (depresión y trastorno bipolar), así como los trastornos de ansiedad (trastorno de ansiedad social, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de adaptación, agorafobia, trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generalizada), con una prevalencia de alrededor del 18%. Los escasos estudios sobre la ansiedad en las distintas etapas del ciclo vital muestran que la ansiedad suele aparecer en la primera infancia, alcanzando un máximo en la última etapa de la niñez y la adolescencia, y luego disminuyendo en la edad adulta temprana, para volver a aumentar en los adultos con autismo. En los adultos con autismo, la prevalencia conjunta de los trastornos del espectro de la esquizofrenia es del 11,8% (la esquizofrenia es la más común en esta categoría, mientras que otros trastornos del espectro de la esquizofrenia son extremadamente raros), y los trastornos de la personalidad tienen una prevalencia similar. Otros trastornos mentales son significativamente más raros (para la revisión ver Lugo-Marín et al., 2019). La comorbilidad psiquiátrica requiere una estrecha colaboración entre el servicio de psiquiatría, las familias y el profesorado, ya que la intervención no se limita a la toma de medicación, sino también al seguimiento del estado, a la prestación de apoyo individualizado y a la eliminación de las barreras sociales y del estigma que suele asociarse a la enfermedad mentales.
Los problemas de alimentación y sueño son relativamente comunes en las personas con autismo. Si se producen, es necesario determinar la causa real del problema y crear un plan de intervención individual. Además de los agentes farmacológicos, hay una serie de estrategias basadas en la evidencia que se utilizan para superar estos problemas.